«Padres, ¿cómo soñáis a vuestros hijos?»: una charla-taller con Ricardo Gay con las claves fundamentales para la educación antes y durante la adolescencia
La preocupación por la educación de los hijos es creciente, sobre todo en un mundo en constante cambio: pero si tenemos claras las bases fundamentales, sabremos tomar las mejores decisiones para que nuestros hijos alcancen una vida lograda.
El pasado 11 de abril, padres, madres y amigos de Avantis, Pineda y Xaloc pudimos disfrutar de la visita de Ricardo Gay Férriz, orientador familiar desde 1980, director de la Fundación Proliena (Libertad de Enseñanza en Aragón), ha dirigido 4 colegios en España y Reino Unido, así como de la European Association Single-Sex Education EASSE, en Londres. Como él mismo dice, sus charlas son siempre gráficas, muy visuales, para que el mensaje fundamental se guarde en la memoria fotográfica de los asistentes. Pudimos comprobar cómo hace partícipe a todos los congregados, que se volcaron en las dinámicas propuestas.
Pero ¿cuál era el mensaje de Ricardo en esta charla, qué fórmula debíamos retener como padres para la educación de nuestros hijos? Cuando nace un hijo, tanto el padre como la madre tiene grandes planes para su descendencia: «será así o asá, tendrá esto o aquello, conseguirá y hará tal o cual cosa o puesto de trabajo…» Sin embargo, estos sueños, estos deseos, son de los padres; pero la vida es de cada hijo, y en su libertad, ese individuo al que le hemos dado la vida, «será, tendrá y hará» lo que considere, lo que pueda o lo que se proponga. Entonces, ¿tiene sentido que soñemos algo para nuestros hijos?
Después de la dinámica del Post-it, que respondía a esa pregunta, casi todos los padres respondieron que soñaban que sus hijos fueran felices. Pero ¿cómo hacerlo posible? La máxima que nos proponía Ricardo era que «el final depende del principio», y, por tanto, el resultado —la felicidad— es el fruto de un trabajo constante, diario, poniendo el foco en ello y apuntando alto. Apuntar alto es proyectar la vida de nuestros hijos, pero ¿hacia dónde? Hacia una vida lograda, una vida que les colme, que les haga ser felices, haciendo felices a los demás. Por eso hablábamos de que todos necesitamos tener el corazón lleno. Depende de cómo lo llenemos estaremos más cerca o más lejos de dicha vida lograda. Si nuestro corazón lo llenamos de aguas turbias, no podremos ver a los demás; sin embargo, un corazón lleno de agua clara nos permite ver a través de nosotros mismos y mirar a los otros.
En esta línea, Ricardo Gay nos recordaba que cada hijo es una joya. Ni hubo, ni hay, ni habrá nadie como él. Es un ser irrepetible, llamado a ser amado y a amar, por lo tanto, llamado a cumplir una misión, que de cumplirse conducirá a esa vida lograda de la que hablábamos antes. Para ello, propuso que, desde que los niños fueran muy pequeños, los padres debían dejar firmes los «postes educativos» que marcan la dirección: hacia la Verdad, la Belleza y la Bondad. Esto sólo puede conseguirse en un clima de hogar donde nuestros hijos se saben queridos, y donde todos están llamados a amar, concretándolo en las responsabilidades en casa, como los encargos, con la máxima «no hagas nunca aquello que tu hijo pueda hacer acompañado por ti o por sí solo». ¿Y por qué? Porque, como decía San Juan Pablo II, el Amor va de la mano de la Responsabilidad, que se hace desde la Libertad.
Los padres deben educar a sus hijos para que aprendan a vivir en Libertad y haciendo buen uso de ella. Esta idea la mostró Ricardo Gay con la imagen de una catedral: los padres son los andamios y los hijos la catedral. Para que las bóvedas se sostengan, una vez retirados los andamios, sólo es posible si la piedra angular —la piedra llamada clave de cada bóveda— está en su lugar y bien asentada. En educación, esa piedra se llama «libertad para»: para cumplir voluntariamente con los compromisos adquiridos que nos conducen hacia una vida plena.
Como repetía Ricardo, «el final depende del principio»: y ante la tormenta eléctrica de la adolescencia, la familia debe resguardarse en una jaula de Faraday. La adolescencia marca el inicio de un periodo en el que nuestros hijos comienzan a hacer uso de su libertad, y el uso que hagan dependerá de cómo les hayamos ayudado en la construcción de la catedral. Los rayos de la adolescencia están al acecho. Sin embargo, tenemos nuestro refugio: ¿cuáles son los pilares de esta jaula? El cariño.
Coherencia: construid juntos, en plena unidad, el «humus» de los sueños de los hijos en el hogar y con la vida de familia. Por eso es fundamental el ejemplo de los padres.
Ayuda: hablábamos de ser «soles» en la infancia —andamios de la catedral—, «luna» en la adolescencia —andamios que se van desmontando— y la «estrella Polar» en la juventud —catedral sostenida solo por las piedras angulares—.
Responsabilidad: fomentar los encargos de servicio a los demás en casa.
Iniciativa: permitirles tener iniciativa, tomar sus propias decisiones, que busquen sus sueños, no los de sus padres.
AcompaÑamiento: padres presentes cuando sean necesarios, que los hijos se sepan siempre amados y acompañados, sin restarles ni responsabilidad ni iniciativa.
Oración: para que sean sueños que los lleve a una vida lograda.
Gracias, Ricardo, por todas tus enseñanzas y por hacernos partícipes de ellas. Gracias por mostrarnos la importancia del cariño y por recordarnos que cada hijo es único.